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DE HEYSEL A LA CORREGIDORA. LECCIONES NO APRENDIDAS

El día 5 de marzo del 2022 pudo convertirse en el día más trágico del fútbol mexicano, o quizá lo fue, pero las autoridades queretanas y del fútbol mexicano se apresuraron a ocultarlo, o al menos, es la impresión que quedó en buena parte de la sociedad. En la historia hemos tenido múltiples ejemplos de tragedias ocasionadas por el fanatismo y por la mala organización o nula seguridad en los estadios. En este capítulo, veremos una de las tragedias más grandes y que trajo fuertes consecuencias en el fútbol europeo y mundial, la Tragedia de Heysel del 29 de mayo de 1985.



Era la final de la Copa de Europa, hoy Champions League entre el equipo inglés Liverpool y el italiano Juventus de Turín. Las expectativas eran tan grandes que en algunos medios mencionaban que era el mejor partido de la década; Liverpool llegó como el campeón vigente de Europa y en la Juventus militaban varios seleccionados italianos que en 1982 habían sido campeones del mundo como Paolo Rossi, Marco Tardelli, o el capitán Gaetano Sciera, además en sus filas se encontraba el astro francés Michel Platini.


Si bien entre Inglaterra e Italia existe una rivalidad muy grande en el fútbol, en esos años se acrecentó por las peleas entre “Hooligans” y “Tifosi”, es decir, aficionados radicales y violentos de ambos países. El año anterior, mientras Liverpool celebraba su campeonato en la cancha del Olímpico de Roma, afuera del estadio, aficionados ingleses eran agredidos por “Tifosi” romanos sacaban su furia por haber perdido la final, situación inaceptable y que un año después sería uno de los varios detonantes de la desgracia. En la temporada de 1984 – 1985, Liverpool viajó a Turín para enfrentar a la Juventus en la Supercopa y también hubo agresiones en contra de sus aficionados, de tal manera, que parecía había “cuentas pendientes” con los italianos.[1]


Cuando los dos equipos ganaron sus respectivas eliminatorias y supieron quién era el rival, se apresuraron a conseguir entrada para el esperado encuentro. Así, el Estadio Heysel de Bélgica abrió sus puertas para los ingleses e italianos; el estadio ya no contaba con las mínimas normas de seguridad, con divisiones muy frágiles para separa a las dos aficiones y con tribunas que no eran lo suficientemente fuertes para albergar la cantidad de aficionados que asistieron ese día. Inclusive, el primer gran error de los organizadores fue el descontrol en el número de boletos, hubo sobre venta, boletos falsos y esto llevó a que juntaran a las dos aficiones con una pequeña valla de separación entre ellas.



La trágica Zona “Z”, estaba repleta de italianos y al darse cuenta los ingleses de esta situación, comenzaron a arrojarles piedras, palos, asientos y lo que tuvieran a la mano; no había comenzado el juego y ya en las tribunas se presentaban los enfrentamientos entre aficionados. Como era de esperarse la valla no resistió y cuando los ingleses se aventaron contra los “juventinos”, estos intentaron escapar, pero era imposible, las rejas que dividían las secciones, más la reja que estaba en la cancha sirvió como trampa. La avalancha de aficionados que intentaban salvarse de la agresión fue fatal, y mientras los ingleses los atacaban inclusive con navajas y pistolas de gas, el muro de piedra colapsó y por él cayeron cientos de italianos. Ahí fue donde se dio el mayor número de muertes.


El partido se retrasó y tanto el sonido local como los capitanes de los dos equipos llamaban a la calma pero ya era imposible; comenzaron a ingresar médicos, ambulancias y hasta helicópteros para intentar salvar a las personas que estaban atrapadas en esa pesadilla; lamentablemente para 39 de ellas fue demasiado tarde, 37 de ellas fallecieron en el estadio y otras 2 en el hospital días más tarde; las víctimas fueron entre italianos, belgas, franceses y un neoirlandés; y entre los fallecidos hubo niños, mujeres y ancianos. De manera completamente inhumana, las autoridades decidieron que se jugara el partido como si nada hubiera pasado, como si no hubiera muerto gente y sus familias estuvieran llorando en sus hogares. El resultado es intrascendente, jamás se debió jugar.


Esta fue la primera tragedia que cambió la historia, no fue la más importante en número de víctimas, pero quizá la que más trascendió. Cabe señalar que ese mismo año en México se vivió otra tragedia en un estadio de fútbol, fue en la final del América Pumas cuando gente quedó atrapada en el túnel 29 por culpa del sobre cupo y fallecieron 11 personas.[2] También ese año, en Inglaterra se dio otra desgracia en Valley Parade cuando se incendió una tribuna y murieron 56 personas.


(VIDEO)


En Inglaterra, cuatro años después, habría otra desgracia más, inclusive al peor en cuestión de número de víctimas, cuando 96 aficionados del Liverpool murieron aplastados por el sobre cupo en el estadio de Hillsborough. La policía cometió dos errores, abrir las puertas ante el empuje de aficionados, que corrieron a la tribuna que ya estaba llena en su totalidad y la gente que estaba en la primera final comenzó a asfixiarse y aplastarse en la reja del campo; y el segundo error de la policía fue no dejar a los aficionados pasar a la cancha para salvar sus vidas, cuando se dieron cuenta de lo sucedido y abrieron la reja ya era muy tarde para esas 96 personas que dejaron su vida ahí.[3]


Toda esta serie de desgracias, llevaron a que la primer ministro Margaret Thatcher, apoyada del Informe Taylor, que fue una investigación en estos casos, decretara una serie de medidas para intentar solucionar un problema que ya era muy visible. La primera fue que los estadios quitaran la reja entre las tribunas y la cancha para que sirviera como medio de escape ante una situación de emergencia; la segunda fue que se prohibiera la sección de aficionados a pie que tenían todos los estadios, esto para evitar abarrotamientos; y una de las medidas más importantes fue la disolución de los Hooligans. Estas medidas fueron replicadas en otros países europeos que modernizaron sus estadios y erradicaron a los grupos radicales del fútbol, en su mayoría, ha funcionado.


Mientras en otros países acababan con las “Barras”, en México comenzaron a surgir en la década de los noventa. Hoy día prácticamente todos los equipos cuentan con sus grupos radicales de aficionados y se ha visto una escalada en la violencia que ha sido constante y notoria en los últimos años. Cierto que no están politizados como en Europa, pero que sirven como grupos de choque y son altamente manipulables y violentos; sus líderes gozan de privilegios ante el club con la venta de entradas, productos y un empoderamiento que los hace impunes.



El 5 de marzo del 2022 en el Estadio Corregidora de Querétaro se dio un enfrentamiento entre grupos radicales del Querétaro y del Atlas que se pudo convertir en la peor tragedia de nuestro fútbol; en el momento se manejaron distintas cifras de fallecidos, algunos dijeron 24, otros 17, las autoridades dijeron cero, mismo número que detenidos, cero. En conferencia de prensa del día siguiente minimizaron los hechos y, hasta el momento de escribir este artículo, las sanciones. Todo se quedo en la retórica que se maneja cada que tenemos un evento de esta naturaleza lo que a varios nos hace preguntarnos ¿Qué tan grave debe ser la tragedia para que actúen? ¿Están esperando niños o mujeres muertas? ¿quieren una tragedia como la de Heysel? ¿Por qué no disuelven las Barras? ¿qué les impide disolver las Barras? Preguntas que esperemos no se tengan que contestar con una tragedia mayor.


Aprendamos de la historia, aprendamos de Heysel y de otras tragedias, no esperemos a que ocurran para tomar acciones contundentes. Eso es todo en este capítulo de Historiomanía que lamenta profundamente que el deporte, en ocasiones, sea un teatro para la tragedia humana y no para las hazañas deportivas.


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