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BÉISBOL Y TABÚES. (PRIMEROS SÍNTOMAS DEL APOCALIPSIS)

La costumbre es una vieja Celestina, se hace hábito y degenera en vicio; el vicio es un prejuicio y hace de lado el hecho de que cada organismo vivo, aunque en general funciona y tiene capacidades similares de acuerdo a su especie, algunos desarrollan habilidades y hábitos que son considerados errados, son mal vistos o aplaudidos desde el edificio tambaleante de la opinión. Como ya es uno de mis hábitos, abro con un aforismo para luego platicar de béisbol.



En los deportes ser agónico, sobresalir, ser mejor está en la adrenalina, en el ADN de los atletas, mánageres (sic), directivos, empresarios, comentaristas, hombres de negocio y hasta en la política; se olvida su función recreativa y se busca por todos los medios romper marcas, dejar huellas, y en un eco de las batallas de conquista, derrotar, humillar al rival. Lastimosamente siempre está el prejuicio que altera la historia, el punto de vista que distorsiona lo que nunca puede ser objetivo.


Parto desde un punto cualquiera, dos muchachitos blancos malos, inducidos al salón de la fama, que tenían hormona, y una mala lengua (Cap Anson), y una tendencia a la bebida que al final acortó su carrera (Mike Kelly). Ambos del siglo XIX, en los albores del juego, es curioso que en mi libro de cabecera[1] se sobresalten estos rasgos de ellos. De Anson se dice, “Anson, was without flaws, however. His language on the field was often so vile that it evoqued fines from umpires, and rival fans called him “Crybaby” (…) “Moreover, Anson was a racist, believing the major –league game should be the providence only of white players”. No sé si haga falta la traducción, pero en resumen se le consideraba un pelado racista y es emblemático que el equipo que ahora es Medias Negras, en aquellas épocas del siglo antepasado fuera White Stockings, equipo del que fuera primera base, primero, y mánager, después.


Todos tenemos un amor que nos complica la vida, en el caso de Mike Kelly, su narcisismo y alcoholismo, tendencia al juego (y no de pelota) acortaron su carrera que se dice ha sido sobrevaluada. Vendido de su amadas Calcetas Blancas a los Frijoleros de Boston (Boston Beaneaters) que luego serían los Red (Heads) de Boston, vio su última temporada en 1945. La litografía de Kelly vistiendo de cátcher, su posición más frecuente, anunciando tabacos, los mejores de cinco centavos, es imperdible. Paradojas del deporte, él era uno de los propietarios.


Tenemos los primeros temas del tabú sobre los cuales se ha erigido el deporte de la pelota blanca: racismo, desórdenes del lenguaje, juegos y apuestas, y alcoholismo, y de pasada tabaquismo: primeros síntomas del apocalipsis.



Una falsa profecía se apoderaba de la nación con dos caras: el Jano que miraba al conservadurismo y a la ortodoxia sobre al cuál debía erigirse la nueva Roma, y el progresismo y tentación que venía de la vanguardia europea, nuevas formas de interpretar al mundo, de organizarse. Nadie pensaría que tanto en las ligas clandestinas como en la incipiente MLB el sindicato de jugadores emulaba un marxismo y un comunismo que contravenía y hacía temblar los pilares del sueño americano y su deporte. En el futuro esta asociación (o asociaciones, porque fueron varias incluidas la de la sub-nación negra) tuvieron un enorme peso tanto para formar la liga como en las huelgas de los años de la guerra fría y posteriores a la caída del mundo de Berlín.


Por aquellas fechas, valga la figura retórica, en las sombras se jugaban las ligas negras de manera casi clandestina. Parece un mal sueño pensar desde la perspectiva del hoy día que las fuertes razas de indio-americanos y los descendientes de los pueblos africanos hayan tenido que esconderse para después de generar riquezas ´que sustentaban la mala lengua de los señoritos, su afición al póker y a desconocer la existencia de lo otro, tuvieran que practicar el béisbol como algo prohibido para ellos; reservado para los descendientes verdaderos de algún dios ni europeo, ni racional, ni asiático, ni de ellos. Al final la historia nos da la lección y hoy vemos ésas bancas llenas de negros, de asiáticos condimentadas con el sabor latino, nada es lo que parece y parece que la pelota dejará de ser blanca en poco tiempo.


De las ligas negras se sabe poco, y sin entrar mucho en el tema traemos a los primeros personajes de color inducidos al salón de la fama, negros ellos que aparecen en El Libro precios a la era que dominó El Bambino.


Rube Foster se escapó de casa, come lo fa solo un ragazzo,ma questo huomo que gira in cittá non è più un ragazzo, `e non scapa di casa (Lavorare stanca, Pavese). Doble estigma, ser negro y además fugarse para jugar béisbol merecería una novela. No tiene estadísticas, y como muchos otros Afros, tuvo que jugar en Cuba para demostrar su talento. Comparado con Cy Young, hoy en día probablemente el premio al mejor pitcher llevaría su nombre. El hubiera (sic) sí existe. Su sacrifico e impulso fue grande al grado de trabajar sin sueldo con tal de ver las ligas negras organizadas, y no tembló su bolsa para hacerlo realidad. Amado por muchos fue de los primeros Afro-americanos en jugar grandes ligas.


(VIDEO)


Si podemos tener un Bambino negro, se llamaría Bullet Joe Rogan, su excelencia al bat y en la loma está eclipsada por la historia de Ruth, pero también por una dolosa omisión y al igual que muchos jugadores negros de principios del siglo XX, Rogan se la juega en la National Negro League donde sobresale por su corta estatura (5’ 7”) llegando a batear hasta .400 de porcentaje con 16 vuela cercas, si tomamos en cuenta la corta temporada que había en la liga, una interpolación dejaría lejos la gloriosa marca de los 61 y pelearía con los 73 de Barry Bonds sin duda. Lástima que sus estadísticas de por vida estén incompletas.


Pop Lloyd enfrentó a Ty Cobb en una serie de exhibición a tres juegos en Cuba, el primero representando a los Cuban X-Giants, el legendario con los Tigres de Detroit: Lloyd bateó 11 hits en 22 turnos lo que hizo declarar a Ty Cobb que evitaría enfrentar nuevamente a negros otra vez en su vida. Lloyd, aunque dotado para el deporte tuvo que perder muchas temporadas fuera del diamante por cuestiones económicas desempeñando trabajos bajos que le dieran ingresos para mantenerse ya que las incipientes ligas negras estaban en plena estructuración y no tenían los recursos que acaparaban los equipos de las Grandes Ligas. Sus números son poco menos que espectaculares, para los pocos juegos grabados donde el participó. Baste recordar que no fue Julio Franco el que jugó en Ligas fuertes a la edad de 44 años haciendo pedazos la pelota: Lloyd en 1928 regresó para conectar .564 en 37 juegos con 11 Homeros y robando hasta 10 bases. La edad no pesa cuando hay talento.


Obviamente tendremos que detenernos en el parteaguas que fue Babe Ruth en este tema. Una imagen dice más que mil palabras y para darse una idea de cómo la fama afectó la vida del deportista tanto cuanto él mismo cambió la historia completa de este deporte debemos ver con deleite la película The Babe , dirigida por Arthur Hiller y con el actor John Goodman como George German Ruth.


Con Babe Ruth se da una paso atrás en la Historia y como con los primeros historiadores griegos se mezcla la leyenda con la realidad. La llegada de otro dios está prevista en el fin de los tiempos; aunque aquí hablamos del principio de la era Ruth y de un béisbol diferente que entrevera todo lo posible y permisible para un ídolo y exalta virtudes y defectos por igual. Hasta la Fernandomanía en los 80’s y 90’s, la carrera de cuadrangulares entre Sammy Sosa y McGwire y la caza de Bonds por los home runs nadie ha atraído tanto aficionado a los estadios, ha leído tanto los artículos de los periódicos, ha generado tantas regalías en publicidad y espacio en los medios masivos de comunicación. Babe Ruth perfilaba el poder que tendrían dos entidades extra deportivas en el futuro de este y todos los deportes: el uso y abuso de las estadísticas (con todas las consecuencias económicas que ello implica, ya que los jugadores empiezan a ser vistos más como mercancías y marcas que venden) y el poder que tendría la prensa para regar el fuego y ensalzar hazañas, hábitos, vicios y virtudes.



Con Babe Ruth nace también el tema de las maldiciones, y su traspaso a los Yankees comienza una que si no es la más duradera sí la más emblemática y que ha sido rota por el madero y el brazo de dos latinos ya exaltados al Salón de la Fama: Pedrito Martínez y el Papi.

La plaga de las maldiciones empezó en los micrófonos y en las secciones de deportes de los diarios, abarcaron y ocultaron como nube de langostas los soles y hoyos negros que habitaban en el espacio de los campos, alimentaron la superstición y credulidad de un pueblo protestante principalmente, y prefiguraban lo que los Orwells expondrían en el futuro en su libro, uno de ellos, el otro, en su transmisión de radio: la histeria colectiva.


Otro acontecimiento que debemos revelar en 1918 cuando la era de Ruth transcurría con Boston y los récords empezaban a registrarse con minucia matemática, el delgado George Ruth de 180 libras y 6’ 2” de alto mostraba habilidades en la loma y en el plato, la temporada tuvo que acortarse para enviar gente a Europa y peloteros a las fábricas y gastar cada dólar en una inversión a largo plazo, la eterna guerra. Se deja la justa de paz, se cambian los guantes y arreos por pecheras de obrero, las pelotas blancas por granadas y los bates por fusiles. Justamente en ese año estaban por escribirse dos maldiciones para los equipos que disputaron la Serie Mundial: Boston y Chicago. [2]


Agigantando las proezas (muchas de ellas como las de las Negro Leagues no quedaron registradas pero se dan por hecho) y minimizando los errores y excesos extradeportivos del Bambino se erigieron los pilares de su religión. Su mismo sobrenombre conlleva una carga semántica que muchas veces pasa desapercibida: la época de la prohibición, le creciente mafia Italiana que reinaba las calles y los bares donde Ruth y cualquier norteamericano de todas las clases jugaba póker, bebía alcohol de dudosa procedencia y elaboración, experimentaba con químicos (el hachís circulaba en todos los grupos nice, literarios y de la high society de la época) fumar habanos era un símbolo de estatus social, hacer crecer con falsos valores a la nación era el deporte real de la post-primera guerra mundial donde el claro ganador había sido Estados Unidos a un costo pírricco. La idea alemana del Súperhombre había permeado a la nación con aires de grandeza y el uso de otras sustancias para rendir en el campo (de pelota y de batalla) empezaba a sugerirse: ¿cómo explicar a un Ruth despertando después de una larga noche de jerga y cartas y mujeres tan fresco, sonriente e imponiendo récords a la siniestra?


El punto por donde pasó un hombre ya no está solo, (…) Las casas nuevas están más muertas que las viejas, porque sus muros son de piedra o de acero. Del antiguo Yankee Stadium se decía que era la casa que Ruth construyó, haciendo menos a aquella dinastía conocida como la lista asesina, Murdere’s row, la generación del 27 de la historia del béisbol. Otra construcción periodística.[3] Ruth y Gehrig acaparaban la atención. De la mano del entonces propietario y el gerente general de los Yankees, en plena época de recesión económica, el equipo gastaba miles de dólares en acaparar a los mejores jugadores, se le pagaba a la prensa buenas cantidades para dar seguimiento al equipo y esta industria de la tinta y las transmisiones sonoras a su vez gastaba buen dinero en paparazzis que estaban al tanto de la vida privada de los peloteros de Yankees como de sus hazañas en el campo, y más en específico de Babe Ruth.



El efecto de distracción era inconmensurable; la gente ávida de un paliativo del trauma psicológico de la primera guerra mundial, una clase media empobrecida descargaba toda su energía y dinero en entradas a los parques de pelotas y los falsos Babe Ruths (prospectos) aparecían por todos lados amenazando cualquier marca que impusiera el Rey del deporte, su límite parecía el cielo. Los malos manejos de los equipos, los excesos de la gente de pantalón, de los nuevos jugadores que se convertían en nuevos ricos, el uso de las matemáticas para empezar a valuar prospectos y venderlos al mejor postor, ocultaban y mostraban algo: la manera irresponsable de manejar la riqueza que generaba el talento de los peloteros, y las prácticas especulativas que llevarían a los Estados Unidos a una recesión económica devastadora que alcanzó a todo el mundo. Esa fue la verdadera maldición.


[1] Cooperstown Hall of Fame Players, Publications International, LTD, Paul Adomites et alli, 2007. [2] https://en.wikipedia.org/wiki/1918_Major_League_Baseball_season consultada en 13 de febrero de 2022. [3] https://www.taringa.net/+deportes/la-lista-asesina-murderer-s-row-new-york-yankees_12vass consultada en 13 de febrero de 2022.

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